viernes, 7 de marzo de 2008

EL CUADERNO AMERICANO

DEMOCRACIA EN ESPAÑA

Era una mañana cualquiera de invierno, yo era un chaval de 13 años y aún vivía en West Virginia. Ese día había madrugado para ir al río a pescar con mi tío. Estábamos tranquilamente en la orilla cuando exclamó "¡Si hoy hay elecciones!" Nixon contra McGovern. No había color pero mi tío había estado en Vietman y no le gustaba nada Nixon, así que se acercó a su colegio electoral a votar y nada más terminar me cogió del hombro y me dijo "Les he dado una lección"

Pues ha llegado el día en el que se vota de nuevo. El día en el que se da la posibilidad de elegir otros gobernantes. Lo más importante es que ese día exista y que todos aquellos defraudados tras la jornada puedan pensar eso, que hubo tal posibilidad y que podrá ser la próxima vez. El sistema no es perfecto, pero no tenemos otro mejor.

He preguntado a algunos amigos ajenos al faro de los que sé que no se declaran ajenos a la vida política y a nuestra gobernación por su intención de voto y todos me han dado sus razones, nada ingenuas por cierto, para apoyar la opción que van a apoyar. Alguno ha sido muy conciso e incisivo y alguna otra muy lúcida y a ratos iconoclasta. Ha sido estupendo ver que la gente piensa por sí misma, y sobre todo ver que todos demuestran la cautela de no ceñirse a los dictados de ninguna ortodoxia sino que mezclan hallazgos de la tradición liberal, de la socialista, de la conservadora... Gracias a ello creo yo, bien que mal, funciona el mundo.

Yo no quiero hacer aquí proselitismo en favor o en contra de nadie, pero sí pedir que llevemos nuestra opinión personal, sea cual sea, a la urna, ya que es la señal distintiva del ciudadano maduro, es decir, de quien lucha contra la ignorancia que coarta nuestra libertad. Por ello también pido que nadie vote en blanco, ya que estos votos no se computan ni son activos y al final esa opción es igual que la abstención, esto es, lavado de manos e inhibición y dejar campo libre para aquellos que las tienen sucias.

El sistema como he dicho antes, no es perfecto.
Termino con unas palabras de Thomas Jefferson, el tercer presidente de los EE UU, que nos dejó para meditar : "A veces se dice que un hombre es incapaz de gobernarse a sí mismo, luego ¿por qué se le confía el gobierno de los demás? ¿o acaso hay ángeles disfrazados de reyes para gobernarle? Que la historia responda a esta pregunta"

3 comentarios:

Niño Johnson dijo...

Quizás la respuesta a esta entrada llegue un poco tarde, pero he estado algo aislado las últimas dos semanas.

Desde aquí sólo quería indicar mi desacuerdo en el tema del voto en blanco y la abstención. En primer lugar, el voto es un derecho, no una obligación, y en segundo lugar pienso que tanto el voto en blanco como el hecho de no ejercer este derecho (no porque se esté en la playa o por pereza sino por decisión propia) son opciones perfectamente respetables y valiosas para el sistema.

Personalmente estas últimas elecciones he votado, pero si en un futuro se diese el caso no descarto indicar mi desagrado mediante el voto en blanco o la abstención, si eso fuera lo que finalmente decido hacer tras un ejercicio libre de reflexión.

Alfonso Delgado dijo...

Sí, claro que dan ganas de no ir a votar, o de hacerlo en blanco; de mostrar de alguna forma el rechazo global no al sistema democrático (el que aún prefiere la mayor parte de la población pese a sus imperfecciones y distorsiones y corrupciones), sino a los políticos entre los que nos vemos obligados a elegir, que sirven mucho más a sus respectivos partidos que a los ciudadanos, a los que a menudo parecen considerar un mero y enojoso trámite. Sí, dan ganas de abstenerse, sólo que abstenerse o depositar un voto en blanco es una estupidez todavía mayor que la estupidez innegable de acercarse a echar una papeleta en la urna, y entre dos estupideces, mejor siempre la menor. Quien se abstiene no es nunca computado como quizá desearía, ni quien vota en blanco: se considera que ambos se inhiben y se encogen de hombros, que dejan la elección a quienes sí se pronuncian y que no van a plantear, por tanto, ninguna objeción a los resultados; simplemente les son indiferentes, carecen de preferencias, no les importa quién gobierne, se limitan a acatar la decisión de los demás, es decir, de los convencidos, los entusiastas, los militantes y también los fanáticos. Yo creo que más vale ir a votar...

Niño Johnson dijo...

Yo también creo que más vale ir a votar, pero también estoy un poco harto de los que quieren hacer del voto una obligación, lo que para mi conlleva saltarnos a la torera el derecho a tener tu propio pensamiento e identidad.

Personalmente no lo entiendo, pero hay personas que no creen en el sistema ni en la democracia. ¿Qué sentido tiene que esa persona vote? Si alguien es ateo, ¿qué sentido tiene darle el coñazo con que ejerza su derecho de ir a misa aunque no le importe un bledo? Si no es partidario de la democracia, que no vote. Yo no lo entenderé, por supuesto, pero lo respetaré, que es a lo que voy.

Y respecto al voto en blanco, creo que es la única manera de decir que estas de acuerdo con el sistema pero en contra de todos y cada uno de los partidos políticos que se presentan como candidatos. Sinceramente, me parece razonable esa opción. A veces, en la vida, nos vemos obligados a elegir lo menos malo. Otras, como en el voto, podemos optar por no elegir nada con lo que ideológicamente estés en desacuerdo.

Sólo un pero a esto último: con el voto en blanco estás favoreciendo a los partidos grandes, porque sólo las agrupaciones con más de un 3% de votos válidos serán aceptadas, y los votos en blanco forman parte de los votos válidos.

En fin, que yo seguiré votando, pero dejaré en paz a los que no quieran hacerlo o lo hagan en blanco. Están en su derecho. Creo yo.