SARKOZY, NUEVO PRESIDENTE DE FRANCIA

A las ocho de la tarde se hizo público el resultado. Nada había cambiado. Con variantes decimales, Sarko ganaba con el 53 % de los votos y una participación bien alta (casi el 85 %). En la primera vuelta (22 de abril) había conseguido un poco más del 30 %.

La campaña había sido muy seria, muy profesional, muy intensa. La aparición de un tercer candidato con casi siete millones de votos (François Bayrou, que se quedaba al borde del 19% en la primera vuelta) había obligado a los perpetuos dueños del negocio, socialistas y conservadores, a esforzarse por razonar y explicar sus propuestas. A trabajar más. Y han trabajado como esclavos. Aquí no sirve lo de anular al adversario con malas artes. Los ciudadanos franceses llevan varios cientos de años votando y saben que las imprecaciones personales, los insultos, las descalificaciones, esconden algo turbio y manifiestan la inconsistencia e inseguridad de quienes las usan. El susto pasó también (hace dos semanas) al ver que la extrema derecha se reducía al habitual 10% de rabiosos, temerosos y resentidos. La extrema izquierda desaparecía del mapa de la mano de los verdes.

En la historia de la V República, solo De Gaulle (1965) y Pompidou (1969) tuvieron mejores resultados que Sarkozy. Mitterrand en el 88 hizo algo parecido. Los resultados de Chirac hace cinco años no son comprables: el duelo estaba falseado por ser Le Pen su rival; Chirac fue elegido también con los votos de izquierdas.

La victoria de Sarkozy es, al mismo tiempo, política (ganar) y cultural (imponer los valores conservadores, que él presenta como reformistas y humanitarios).

Yo he estado siguiendo estas elecciones desde un punto de vista muy técnico, sin tomar partido vamos. Pero pronto nos tocará a nosotros. Terminada la resaca de una elección (que aunque ajena al ser de ambito europeo tiene gran resonancia) empieza otra. Los candidatos están de nuevo en escena pero me temo que les falta algo que este señor tiene...