viernes, 14 de diciembre de 2007

HOSPITAL: MUNDO PARALELO (Nº 2)

¿Qué convierte a una guardia en mala o en buena? Hace 3 meses.

Hoy toca guardia en box de camillas. Eso quiere decir que tienes en tu bolsillo una moneda. La cara consiste en que no vas a estar de arriba abajo sin parar, que no vas a estar en tira y afloja constante con los familiares y pacientes, y en fin, que vas a poder estar sentadito muchas horas. La cruz es que la gente va a venir muy malita, y que se te puede quedar ahí mismo, a veces de manera inevitable y otras veces como no estés pendiente.

Hoy viene bastante gente, bastante malita. La guardia está resultando mala. Y la puñetera ecografía de JV que no viene…

- Voy un momento a puerta, a ver si es que la han dejado ahí por error – le comento a mi adjunta, que me responde con un “Vale” de aprobación. No puedo evitar sentir cierto bienestar por demostrar que tengo algo de iniciativa propia ante un adjunto. En el futuro, esa sensación irá apareciendo cada vez con acciones progresivamente más complicadas y responsables, y no por tonterías como ésta.

Abro las puertas de plástico transparente, y por unos segundos me sumerjo en el pequeño infierno del mundo semirreal. Pero vuelvo a sentirme bien, esta vez contento con el azar, que me ha desterrado de ese lugar por un día y me ha asignado a un submundo más llevadero. Me acerco al cajetín de las pruebas de Radiología, y nada, no está. Tendré que pasarme en persona por Rayos. Es entonces cuando de vuelta, una voz desconocida me llama:

- ¡Hola, doctor!

Me giro, extrañado, y me encuentro a una viejecita de pie, toda sonriente, mirándome… Me suena de algo.

- Usted me suena – se adelanta ella.

- Usted también me suena… ¿pero de qué? – Como respuesta, me señala a un anciano sentado cerca:

- Es mi marido. Vengo con él, que está malo. Usted nos atendió hace tiempo, que vinimos, ¿verdad?

- ¡Ah! Ahora sí – exclamo al reconocer súbitamente al hombre – ¿Qué tal?

- Pues bien. Es que le he visto, y me he dicho “éste yo creo que es el que nos atendió la última vez”, y es que tenía que saludarlo. ¡Nos alegramos mucho! ¿Qué tal le va?

- Pues… bien… ¡muchas gracias! – Mientras me asombro, voy haciendo un esfuerzo por saber de qué narices atendí a este hombre… ¡Ya está! Está operado de cáncer de colon. Vino por una rectorragia la otra vez, o quizás por un problema urinario.

- Nada, claro. Es que me alegro mucho de verle. Me había parecido reconocerle, y me he dicho: “Tengo que saludarle”. Pues me alegro mucho de que le vaya bien.

- Hombre… Pues yo también. Espero verles p… no les voy a decir que a ver si nos vemos otra vez por aquí, pero bueno…

- No, claro, claro, pero nos hemos entendido… - Un pequeño silencio de sonrisa mutua prologa al final -

- Adiós.

- Adiós – responden tanto ella como él sin haber perdido la sonrisa ni la cara de ilusión en ningún momento.

No se puede describir con palabras qué es lo que una experiencia como ésa le infunde a uno. Estás currando en una desagradable guardia, y de repente te encuentras a alguien bien jodido que se alegra de verte y está radiante, y deseoso de saludarte y desearte lo mejor sólo porque en algún momento que ya no recuerdas con claridad, hiciste lo mismo que el resto de compañeros de profesión, y lo mismo que al resto de pacientes. Juro solemnemente que no traté de manera especial a esos ancianos cuando vinieron la otra ocasión. De hecho, creo que ni siquiera pude darles ninguna solución.

Esta noche está siendo un caos. Ya se han muerto dos, y rodeados de terribles y dramáticas circunstancias, se lo puedo asegurar. Pero ¿a mí? A mí me da igual. Para mi es una buena guardia. Todo lo que ocurra ya tiene sentido. Mi corazón lo tiñe todo de un color agradable.

No hay comentarios: