viernes, 24 de octubre de 2008

DIARIO DE UN BECARIO UNIVERSITARIO

La pérfida Albión II: Dos historias

El reloj

Hace unos días, camino de la Uni, estaba atravesando el parque cuando vi en el suelo un reloj de mujer. Supongo que no sería de oro, pero no se distinguirlo a simple vista. Lo cogí y miré a mi alrededor con la casi total seguridad de que si alguien lo había perdido ya no estaría por allí. Por un camino iban un par de chicos, por otro un hombre y su perro, y al frente, en la lejanía, vi una chicha musulmana. Pienso yo que sería musulmana pues llevaba el típico burka.

Mientras pensaba que ya sería mucha casualidad que se le hubiese caído a ella, vi como de repente se miraba la muñeca y posteriormente dirigía su mirada al suelo como quién busca algo perdido. Lo hizo sólo un par de segundos o tres y después reemprendió su camino. Bien podría ser que hubiese pisado una de las asquerosas babosas que habitan estas tierras, pero merecía la pena probar.

Cuando he dicho que la vi en la lejanía, quería decir lejanía y además en la cima de una de las malditas (y digo maldita por si leen esto los niños) cuestas que hay en esta deforme ciudad. Me armé de valor y eché a correr antes de que la perdiera de vista. El portátil y la comida que llevaba en la mochila no me ayudaron demasiado en la subida, de modo que debí de alcanzar sin mucho margen de error las 200 pulsaciones por minuto. Quizás esa fue la causa de que cuando grité "Excuse me!" para que la chica se detuviese, más que eso pareciese un sonido gutural salido de las entrañas del monstruo más atroz jamás imaginado. Obviamente la chica no se detuvo. Es más, yo diría que aceleró el paso. Después de unas cuantas bocanadas de aire (y que conste que no tengo la boca pequeña) con los brazos en jarras a la altura de los riñones, volví a llamarla procurando simular la voz de un apuesto lord inglés a la hora del té. Ni por esas. Vale, podría haber sido un psicópata matutino, pero al menos podría haberse dado la vuelta a ver quién cojones daba esos gritos, que los burkas no van aislados... Finalmente, al cuarto o quinto grito, la chica se giró.

Le pregunté (aún resoplando por el esfuerzo) si era suyo el reloj, y por la cara que puso, una de dos: o era suyo o de verdad era de oro. En cualquiera de los casos, se lo llevó... Ya en serio: no dejó de agradecérmelo durante 5 minutos y yo no sabía como decirle que no tenía importancia.

El "underground"

Era una tarde de Septiembre en Londres, en la casa de "V" y "A". Yo debía volver a Sheffield en el autobús de las 20.00 pero aún quedaba mucho para eso, así que me puse a ver viejas fotos junto con "A". Recuerdo cómo, inconscientes del infortunio que se nos avecinaba, reíamos al ver aquellas sensuales fotos de otro "A" medio desnudo (espero que nunca llegue a presidente del gobierno). A las 19.05 decidimos que teníamos que salir ya si no queríamos ir con demasiadas prisas, así que apagamos el portátil, cogí la mochila y apagué la luz... La bombilla soltó una chispa y no volvió a encenderse. Estaba fundida.

- Eso es un mal presagio...- Afirmó "A" con voz grave.

Y entonces todo se precipitó. Salimos de casa "V", "A" y yo. Nos dirigimos al metro con paso ligero y entramos en la línea de siempre. Nos montamos, recorremos unas cuantas estaciones y nos bajamos para hacer un transbordo. Fue entonces, nada más bajarnos y cerrarse las puertas, cuando "V" empezó a correr desesperada y "A" se echaba las manos a la cabeza como si fuese el otro "A" delante de un cajero de Algeciras. La línea que debíamos coger para llegar a la estación de autobuses de Victoria estaba en obras de mantenimiento.

No había más remedio que seguir por el mismo camino y cambiar en otro sitio. Esperamos al siguiente metro pensando en la estrategia a seguir, ya un poquito preocupados por la hora. Pero no pasaba nada, había tiempo. O al menos eso pensábamos. Un poco más adelante la línea se bifurcaba.

- Si nos vamos por la izquierda... No, !mierda¡ Los domingos no circula esa parte. Tenemos que ir a la derecha... que nos lleva a tomar por culo.

Las palabras de "A" no me consolaban demasiado, pero sabía que aún había tiempo. El tiempo corría y nos dábamos cuenta de ello porque mirábamos el reloj cada 5 segundos. No pasa nada, los autobuses nunca salen a su hora, pensaba yo mientras reía nerviosamente. "A" seguía dando ánimos:

- Ya casi hemos llegado, las 4 últimas paradas son muy cortas, no tardas más de...

Se detuvo porque en ese momento el vagón redujo la velocidad y se paró. ¿Qué diablos está pasando ahora? Yo ya no sabía si reír o llorar. "A", "V" y yo nos mirábamos, y entonces sonó la megafonía. Yo evidentemente no entendí una mierda de lo que decía, pero la cara de "A" era un poema:

- Llevamos un tren averiado delante que no puede ir a más de 5 mph. Tenemos que ir detrás de él...

Quedaban 10 minutos... Los autobuses se retrasan...

- Dice "V" que ya sólo falta que Spiderman detenga el metro en el que vamos.

Crucé los dedos para no apareciese en ese momento el Dr. Octopus al fondo del vagón con ganas de meter los tentáculos donde "C" trabaja con su dedo. Y por suerte no lo hizo, porque a las 20.01 llegábamos a la estación de Victoria. Bajamos cagando leches, recorrimos la estación (que no es pequeña) cagando leches, llegamos a la estación de autobús cagando leches, y me cagué en la leche (y en otras cosas menos biensonantes) cuando vi que mi autobús número 560 acababa de salir del garaje.

Una hora y media después y con 18 libras menos en los bolsillos volvía por fin a Sheffield.

1 comentario:

CFC dijo...

Me parece una entrada bella, en serio, pero... ¿¿Una chica con un burka por la calle?? ¡¡Tronco, dónde coño estabas!!¿En Afganistán o qué?
Si te refieres a un pañuelo, di pañuelo, no velo ni menos, burka, hombre. Y si no era un pañuelo, un burka no creo que fuera...