lunes, 16 de abril de 2007

REFLEXO-LOGOS

Una chispa de luz en un tenebroso mar

De lo que se cuece en el mundo actual, mucho más de lo que podríamos pensar nació allí, en la populosa capital Egipcia creada por el Magno. Su famoso faro, diseñado por Sostratos y construido hacia el año 300 a. C., daba la bienvenida a una ciudad maravillosa, quizás el mayor crisol de culturas, comercios y religiones que jamás haya sido capaz de crear el hombre de bien. Semejante iluminador asentaba sobre una gran base cuadrada en la isla de Faros, y estaba constituido por varios pisos de torre poligonal. Su ápice lo coronaba la linterna, una gigantesca antorcha a unos 100 m. de altura, alimentada con madera y resina. No en vano constituye una de las siete maravillas del mundo (quizás ya no por mucho tiempo…).

Antiguamente, Alejandría llegó a estar cuajada de mercancías, conocimientos y saberes. Y quizás la clave de todo estuvo en la variedad: la capital fue erigida por Alejandro Magno, lo cual ya es en sí revelador de su carácter cosmopolita e integrador. La célebre Biblioteca del Museo fue puesta en marcha por Ptolomeo I o su hijo (o ambos), que eran seres bivalentes: griegos a la vez que faraones. Y la razón de ser de la empresa recopilatoria vino en parte de los usos de los templos mesopotámicos, judíos y egipcios, que solían hacer recopilaciones de tomos, a la solera del templo en sí. Y claro, la biblioteca atrajo a los sabios como moscas…

Así que allí estaba el faro, como doble símbolo. Por una parte representaba un punto de referencia náutico, de un puerto. Por otra, un punto de referencia de un centro de conocimiento. La orientación náutica y la sapiencial.

Todo eso acabó. La estupidez humana, en forma de sucesivas oleadas romanas, cristianorromanas y musulmanas, destrozaron definitivamente el tesoro de papiro, y la decadencia sociopolítica ya había hecho lo propio con el resto de aspectos de la ciudad.

…Pero de eso ha pasado mucho tiempo. Humilde servidor de ustedes es farero de profesión desde hace algunos años. En un principio, cuando no sabía que era farero, sólo encendía alguna que otra hoguera esporádica para calentarse. Nada del otro mundo, la verdad, pero pronto se dio cuenta de que esas hogueras también daban luz y calor a otros. Desde aquel momento, humilde servidor de ustedes cayó en la cuenta de que era farero. Pero eso traía consigo un nuevo problema: un farero no pinta nada sin faro. Tras vagar algún tiempo, humilde servidor se topó un buen día con lo que parecían antiguas ruinas. Bueno, realmente se trataba de una birriosa columna, birriosa digo, pero desafiante. Presumiblemente se había mantenido en pie tras miles de años y muchas guerras. Y lo mejor estaba por ver en la misma costa…

La antigua Alejandría se fue, pero al menos servidor ha encontrado su faro. Hoy en día el lugar aún es un enclave misterioso y desierto para todo navegante que se aproxima a costa. Sin embargo, uno mantiene la llama siempre encendida para intentar atraer almas errantes de la más variada clase y condición. Quién sabe; es posible que Alejandría vuelva a bullir de actividad después de todo…

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